Se limpian los faros a fondo para eliminar suciedad, polvo y residuos superficiales.
Se cubren las zonas cercanas con cinta o plásticos para evitar dañar la pintura del coche durante el proceso.
Se lija la superficie del faro con diferentes granos de lija (de más grueso a más fino) para eliminar el desgaste, rayones y el amarillamiento.
Se aplica una capa protectora contra los rayos ultravioleta para prolongar el brillo y evitar que el faro vuelva a opacarse.
Se inspecciona el resultado para asegurarse de que la visibilidad y estética hayan mejorado notablemente.