Se retiran las llantas del vehículo para trabajar de forma segura y precisa.
Se limpian a fondo las llantas para eliminar suciedad, grasa y restos de frenos.
En algunos casos, se desmontan los neumáticos para un trabajo más detallado y completo.
Se elimina la pintura antigua, óxido o imperfecciones mediante lijado manual o con chorro de arena.
Se corrigen golpes, rayones o desperfectos con masilla especial para metal o aluminio.
Se aplica una capa de imprimación para asegurar una buena adherencia de la pintura y proteger la superficie.
Se aplica la pintura elegida en varias capas uniformes, asegurando un acabado liso y duradero.
Se sella la pintura con un barniz transparente para aportar brillo y resistencia a impactos y agentes externos.
Las llantas se introducen en una cabina de secado para curar la pintura y el barniz adecuadamente.
Se montan nuevamente los neumáticos (si fueron desmontados) y se equilibran las ruedas.
Finalmente, las llantas pintadas se instalan en el coche, listas para rodar con un aspecto renovado.